Imagen cogida de la red
PIEDRAS
los
árboles inmóviles
abrazan fuertemente la sombra que los sostiene.
abrazan fuertemente la sombra que los sostiene.
PAUL ÉLUARD
¿sirve para algo morder los calcañales el
lado oscuro de la piedra que sirve de lecho el ruido de la puerta fregado por
las manos aquella siempre puesta de sol sobre el cerro? camino adentro del río
se ahogan los pájaros calles aquélla manchada por el semen inerte de los techos
aquella que tiembla en los ijares pegada al muro de la espera del primer claror
de los gallos aunque haya luz existe cierta oscuridad en las faenas pronto se
ha secado el andamio de los sueños pese a que la cosecha de los pies nunca acaba
nunca deja de ser arado el venir o ir arder en un instante en torno a la
resucitación en los años venideros allí no habrá campanas por más que se
escarbe en la brasa o se mueva el badajo del calendario —pierdo y pierdes
echando ceniza al presente debajo de las bóvedas la andanza del cuervo el búho
a deshora del sofoco los ásperos grises de la feligresía acostumbrada a los
atrios con fetiches ¿quién sale ileso de los poyetones y el tizne? ¿quién
compra en el merca do de pulgas la
alegría la clientela el aire la esperanza? entonces uno deja de ser servil ante
los azadones —mirad la cosecha que nos trae el trajín del vinagre la mercancía
del sexo temprano y su secuela piromaníaca: a veces todo es sombras el ciprés
vencido del olfato el gajo de trementina en desbandada vos que hojeas el
revoltijo de letras junto al viejo crucifijo que alumbra —dices— tus penas
siempre me ha gustado caminar en medio del mal tiempo: sé que para alguien uno
nunca es santo de devoción da igual cuando ya uno ha recorrido largo trecho
siempre oigo al viento cuando aprieta mi pecho después de todo siempre ando en
cercanía ahora más cuando piedra y luz son cárdenas claro que el mundo es
implacable la gente es implacable salvo excepciones uno vive con el miedo a
flor de piel desde luego no son nuevos estos altares ni el hisopo que quema las
encías ni los estragos que dejan los calores furtivos: uno termina por llenarse
de imágenes y sombras a veces hay necesidad de ponerle pespuntes a los pulmones
y untar azucarada a los ojales de la ignominia la herida como las palabras son
entrañables: entrañable la siembra y el hallazgo de fósiles en cualquier parte
el ojo se extingue en la noche pero aún conservo mi ternura pese a los despojos
trato de salvarme de las asperezas y de las piedras del momento ningún paraíso
es reloj de pétalos sino un lugar apocalíptico donde abundan ecos corroídos y
valijas con oscuros trapos (hoy lo
entiendo cuando también mis entrañas están a punto de emigrar) mientras
respiro lo insoportable reconstruyo la almohada con todos los disfraces: cuando deje de estar aquí pensaré
en otras introspecciones tengo hambre de piedras para soportar otro siglo…
Barataria, 20.X.2013
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