jueves, 14 de septiembre de 2017

EJE DE LA NOCHE

Imagen cogida de la red





EJE DE LA NOCHE





En el eje de la noche cuelga la voz de mi cuerpo la voz sola sumergida en el ojo del moho la luz amarga todavía de las heridas el telón de ceniza del próximo pájaro el metal arduo de la usura en mi tórax: esta sensación de cadáveres es todo el universo (despertar es inevitable) golpeo con mis ansias las cuatro esquinas de los dedos las canicas de huida al fuego y los viejos ahogos que me propician las libélulas justo en la transparencia de las aguas de la vía pública ahora sólo quiero olvidarme del caballo de escombros de los sueños y de aquellos gemidos inocentes del primer fango del aniquilamiento de la escupidera sorda de la yedra del hipo salado de la paranoia al momento de reclamarle a mi timidez su fiebre obscena me aturde la orgía de exhalaciones o la polución sobre la húmeda orquídea que cuelga del horcón de miel enrojecida  —no es la risa la que me sostiene sino la calle del gemido fusilado el violento ojo sobre el cuerpo las liendres de la masturbación y su viscoso presidio los papeles traspapelados de mi memoria se muere sobreviviendo a las ofertas turísticas en el país por cierto no somos el país sino la sombra de la valla publicitaria el depósito de los nombres que fueron el llanto de ceniza de nadie o acaso la pálida herida que todavía llueve la ausencia es la única presencia (el amor y sus miserables extravíos el hastío y su insaciable hollín el aliento de vastas oscuridades) del esperma de la noche vienen los despojos un tren de vigilias ronca en el pecho en la última página del orgasmo se rompió la geografía y los objetos que exploraban nuestra locura: pero siempre es así antes de armar el listado de los proselitismos a cambio de nada masticamos las albóndigas del mercado las malas lenguas que se roban el buen humor pero que de manera implacable pasan a la posteridad siempre me surgen dudas cuando se habla de felicidad es terrible frente a una sed de harapos es incomprensible el rebaño de rodillas cuando la cobija se empolva de esclavitud (aunque cueste uno respira las deformaciones por dignidad esos golpes de escoria de la mugre vos lo sabés cuando ya uno está hundido en los recuerdos y en la penumbra sucia —me digo— de las moscas) al amanecer quizás tengamos otro muerto sin ninguna indulgencia la piel tiene tantas voces que ya no recuerdo 
Barataria, 2017

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