Imagen cogida de la red
EJE DE LA NOCHE
En el eje de la
noche cuelga la voz de mi cuerpo la voz sola sumergida en el ojo del moho la
luz amarga todavía de las heridas el telón de ceniza del próximo pájaro el
metal arduo de la usura en mi tórax: esta sensación de cadáveres es todo el
universo (despertar es inevitable) golpeo
con mis ansias las cuatro esquinas de los dedos las canicas de huida al fuego y
los viejos ahogos que me propician las libélulas justo en la transparencia de
las aguas de la vía pública ahora sólo quiero olvidarme del caballo de
escombros de los sueños y de aquellos gemidos inocentes del primer fango del
aniquilamiento de la escupidera sorda de la yedra del hipo salado de la
paranoia al momento de reclamarle a mi timidez su fiebre obscena me aturde la
orgía de exhalaciones o la polución sobre la húmeda orquídea que cuelga del
horcón de miel enrojecida —no es la risa
la que me sostiene sino la calle del gemido fusilado el violento ojo sobre el
cuerpo las liendres de la masturbación y su viscoso presidio los papeles
traspapelados de mi memoria se muere sobreviviendo a las ofertas turísticas en
el país por cierto no somos el país sino la sombra de la valla publicitaria el
depósito de los nombres que fueron el llanto de ceniza de nadie o acaso la
pálida herida que todavía llueve la ausencia es la única presencia (el amor y sus miserables extravíos el
hastío y su insaciable hollín el aliento de vastas oscuridades) del esperma
de la noche vienen los despojos un tren de vigilias ronca en el pecho en la
última página del orgasmo se rompió la geografía y los objetos que exploraban
nuestra locura: pero siempre es así antes de armar el listado de los
proselitismos a cambio de nada masticamos las albóndigas del mercado las malas
lenguas que se roban el buen humor pero que de manera implacable pasan a la
posteridad siempre me surgen dudas cuando se habla de felicidad es terrible
frente a una sed de harapos es incomprensible el rebaño de rodillas cuando la
cobija se empolva de esclavitud (aunque
cueste uno respira las deformaciones por dignidad esos golpes de escoria de la
mugre vos lo sabés cuando ya uno está hundido en los recuerdos y en la penumbra
sucia —me digo— de las moscas) al amanecer quizás tengamos otro muerto sin
ninguna indulgencia la piel tiene tantas voces que ya no recuerdo
Barataria, 2017
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