Pintura de Antoni Tàpies, cogida de Pinterest.
EXTRAVÍOS
COTIDIANOS
En la otra versión de los trenes el
sombrero rasguñado de la ceniza y sus puertas amarillas de zapatos: en mi mundo
de resabios se aprende a platicar con los durmientes y con el barro que tanto
se atreve en la garganta siempre en el hueco de los vagones centenares de hojas
como bocas en la piel sin saber quién soy busco la llave de los sueños en medio
de tantas piedrecillas: las que ha ido acumulando el murmullo de manera
gregaria (sin duda el horizonte ha sido
hecho de vertiginosas ventanas de miradas y espinas tiradas a los rieles
también de incendiadas melancolías tal esos adioses olvidados en el granito)
una nube a la distancia tiene el sabor
de los féretros juego a los ruidos destemplados de la tristeza y a la lluvia
que antecede a los gritos del dolor cada mueca es del tamaño de un ladrido
tantos reproches hacen un solo golpe entre una sombra y otra los acertijos
salpicados de desnudez —siempre resulta solemne un pasamontañas porque esconde
el frío mientras cae de bruces el infinito (a
veces el ojo sólo me sirve de espantapájaros y la ropa en calabozo de agobios)
cuando no hay nada que ofrecer uno reciente la indiferencia de los amigos el
coágulo amellado en las pupilas o sólo el agujero adentro de las semanas o sólo
la sombra difuminada en el espejo con el paso del tiempo uno se da cuenta que
es mejor vivir en el fango de la propia locura: no nos sirve de nada la lengua
y su aliento de bestia tampoco pretender descifrar la piel de las esfinges ni
siquiera los suelos alborotados de los establos ni escuchar el mismo cuento en
la boca del abuelo alguien siempre te negará más de tres veces por eso nunca
hay que andar empapado de otoño ni leer los sueños junto a una ventana ni darle
abrigo a la orfandad mañana o pasado siempre el mismo eco: las calles las
distancias los rumores el trabajo de lo irremediable el cinismo junto a los
jardines —por cierto ya sé la diferencia entre el desprecio y las funerarias
presentidas entre la mugre y la perseverancia del verdugo entre la inmundicia y
la carencia de bolsillos un pájaro nos clava su presidio de enternecedores
puños (en el patio del hambre nunca falta
la demencia y las carcajadas comestibles de las vísceras y los tumbos de rieles
rodeando la garganta: a través del despojo palpitan los instantes)…
Barataria, 2017
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