Pintura de Vasily Kandinsky, cogida de Pinterest
PESTAÑEOS
Hay designios
inexplicables como las fotografías mortuorias que lo acompañan a uno: embriagan
los recuerdos con su alto grado de ahogos aunque en lo remoto se difumine aquella
afección de retórica oscura en las moscas gelatinosas de la tormenta la succión
irrefrenable de rostros y servilletas y moscardones a la hora del desbarajuste
de los sonidos o de la boca abierta de lo agrio por supuesto en rigor de la
memoria los ataúdes torcidos en el aliento y la locuacidad indemne de la
hojarasca (uno le va mordiendo cada día
los calcañales a la nostalgia al recuerdo a los adioses: la vida es ese ir
perdiendo la calma en las calles marchitas de tantos brazos es ir apretando el
mapa de las mudanzas entre el rastro que deja la bruma de las piscuchas otras
veces es la celda de la propia duda la que arrecia cuando se rompen los
zaguanes y no hay lugar para hacer nido ni un libro para quemar tantas
dolencias) —igual siento que me he dedicado a cultivar sombras a hacer
inventario del aguacero a gastarme en la herrumbre de las esquinas de un país
desdibujado: en el barro se hunde la calma y las distancias mis manos laceradas
de unos ojos vencidos cercenado el pájaro de la ventana rota la flama de la
espera el muro que sólo se abre a un desfiladero en la horqueta de frío la flor
de tanta zozobra y la madriguera de tristeza de mi boca es posible que vos te empeñés
en otras batallas no menos soeces que la costumbre sórdida de la ceguera (en el terreno del fuego supongo que cuenta
la incineración de ataúdes y funerarias el oficio de las corazas o la ceniza en
el cuenco de las manos) yo perdí la cuenta de todos los epitafios escritos
en la cama entre el perro indefinible de la deshora y el trasiego de esquirlas:
un día no seremos ni siquiera el salvoconducto para una lágrima ni el puchito
de sal en las uñas de un ciego ni ese tren que lleva en vagones grises el equipaje de tantos pañuelos —en realidad ya
no recuerdo los olvidos ni los regresos ni todas las noches donde anidó el chubasco
ni si el hacha me apresuró a la fosa con esa cojera de ojos y enmarañadas
almohadas (el poema de seguro es el
último refugio para un suicida)…
Barataria, 2017
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