Pintura de Zdzislaw Beksinski, cogida de Pinterest.
AVIDEZ
En ese trance de vísceras
oscuras el silbo de los ojos en su emboscada perenne: ninguna extravagancia me
es ajena ni los invisibles cuartones del sollozo ni los vacíos que dejan los
analgésicos ni las fotografías amargas del desencanto todo cabe en las sombras:
lo impúdico y los golpes de sed que no saben de reminiscencias ni de la resaca
que me deja la embriaguez de tus muslos ¿Quién conoce esos agujeros negros del
tiempo mi débil memoria de peces la suciedad acumulada en los hospitales y los
años bisiestos? En la lengua del harapo de las bóvedas esa comezón de la
euforia en la piel ¿recuerdas? —me dices— ¿cómo es el infierno postrero de
los amantes los remolinos de culpas que se arremolinan como la hojarasca? (no lo
recuerdo) y sin embargo hay una jauría de tristeza en mi tórax una nube de
minutos que nunca perdonan unas palabras sin mesura: lo cierto es que nos
sobran féretros a la hora de inventariar las ojeras insumergibles del tránsito (también en la almohada mueren los sueños muere
el corazón frente al puñal avieso de los monstruos que procrea el sonambulismo
muere el mar sin bragas de los espejismos el mar con dientes apretados aúllan
todas las luciérnagas traicionadas) en la fiebre del país me vienen también
los moretones que me dejan las calles y las aceras ese mundo siempre oscuro y
fugitivo de los murciélagos ese vientre de furias a la hora del rocío —ignoro si debo olvidar todas las
certidumbres aquellas depravaciones del ahogo y el aroma a levadura de las
campánulas el animalito de la paz y su espejo roto (todo este dolor cárdeno me ahoga) y mientras gotea la boca sus
fluidos putrefactos casi mordemos columnas de talpetate y granito cualquier
herida prolonga la sinuosidad de la memoria y a ello se aviene una rosa de osamentas como las dudas que nos deja el
estiércol: al final la desnudez tiene parentesco con ciertas decapitaciones con
el buche corrompido de los ruiseñores o con aquel circo macabro de los
equívocos —de todas formas siempre
seremos polvo y hasta noche impredecible (supongo
que lo comprendes) bocas adscritas al frío y la muerte: la acritud del
horizonte sólo nos ha dado cobijas calcinadas y una ferocidad de polvo capaz de
ponerle fin a las palabras…
Barataria, 2017
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