Imagen cogida de la red
CIRCUNCISIÓN DEL OLEAJE
De la raíz sudorosa del hambre, los ojos cegados por el grito
del viento.
En la densidad de los calambres, se propaga la circuncisión
del oleaje.
Entre el sonambulismo, los linderos de la noche quemada de los
sermones.
Cada vez huelen los pájaros a túneles amargos.
El movimiento de cabeza solamente llamando a la puerta, las
manos
irrevocables de la madera, el cincho de saliva como largo
inventario,
esos días sin importancia únicamente para hacer números,
contar una a una las palabras quemadas,
regresar del mismo viaje con la certidumbre de no saber del
tiempo.
Ahora veo en la palma de la mano todos los veranos, las aguas
cortadas,
el deletreo de los zapatos, o los trenes arremolinados en
estanterías
de dudosa senectud. Junto a mí, la gota del latido.
Hasta hoy no se han abierto las aldabas del deshielo, ni la
ventana de caballos,
ni ha vuelto el niño bajo la lluvia,
ni la orfandad ha dejado de ser compañía del espejo.
Siempre voy ciego y atardecido como las aceras, tiembla la oscuridad
de mis rodillas, frente a la demasía de las culpas. Vuelvo al
instante vivido,
vuelvo ciego de risa y roto de horizonte, roto de nombres
cayéndose.
Camino en medio de bocas descarnadas de niebla, entre la
memoria de metales
sin voz, desnudo de sequías como el silencio.
Ante tanto rastrojo, enhebro mis pupilas en la tierra
amortajada del tórax.
Barataria, 2017
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