Imagen cogida de la red
A INMEDIACIONES DEL SILENCIO
En las inmediaciones del silencio, los ecos de las calles
enloquecidas
de miedo, y apenas la luz en su harén de sombras.
El espejo de niebla entre las pupilas y la desesperación a
cuestas
como almohada de ojeras en el intenso rito de los nichos de la
deshora.
Uno se queda atónito ante los minutos de la impaciencia.
En las esquinas de algún lugar son inevitables los pecados, la
ebriedad
hundida entre dentaduras, entre candelabros cuya cadencia nos
remite
a predestinadas reumas: la noche es así cuando acecha desde su
útero.
El silencio es fiero cuando se convierte en hangar,
cuando deja de ser palabra, y se torna golpe enfurecido.
En estas inmediaciones nos interrumpen las luciérnagas
deshaciéndose
en ríos de ahogo hasta hacer su nido en las sienes.
A veces es tarde cuando zumba la sed de las semanas: callan
los calambres
de las imposturas, y también los adoquines que conducen
feligresías.
Desde luego sigue el goteo con su grieta implacable.
De uno u otro lado no existen relojes mágicos, ni
desahorcados,
sólo la huasanga de desesperación de los engendros paridos por
la tierra.
A veces nos persuade hasta la embriaguez este desquicio del
martirio.
Tacto y nariz, conocen la dureza extendida de la acidez.
Todo es elocuente cuando se desploman puertas y manos y
memoria.
Al cabo me quedo, me disuelvo en la amalgama de cabezas de la
noche.
Barataria, 2017
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