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GUAJES*
DEL ABSOLUTO
La luz es sólo para dibujar en la
oscuridad los columpios de la nada,
menudear las cavilaciones, o
ensoguillar el delirium tremens de la mugre.
Todo muda en la mueca de los ojos, los
sombreros del sordomudo,
los piojos que acaban por enredarse
hasta en el humo de oscuridad
de las mazmorras que uno lleva en el
aliento como pasadizos secretos.
En el guacal o el canasto, se guardan
algunas fragancias
de la patria, los racimos de desnudez
de las cebollas y los guineos majoncho,
las hojas de mora endurecidas por el
hambre.
En una geografía de desfiladeros, ni
siquiera la boca puede pronunciar tantos
proverbios, ni deshacer la ira que
sangra en las calles y aceras.
Ante los tantos sopores solo se
acrecientan las brumas y las mareas.
En el absoluto del insomnio, la carne
dolorida de los espejos, la luz rota
de lo blanco, siempre los guajes* a
flor de piel del extravío.
Siempre como la amarillez del luto de
las calabazas.
Una a una hurgamos las arganillas de
ciertos absolutos para beber su pócima
de espinas; uno recoge de los
vertederos todos estos desvanecimientos
de la opulencia, todos los alimentos
torpes de la herrumbre.
Nadie necesita de un buscaniguas para
despabilarse de estos bagazos dejados
por la sed: ni siquiera el seno que nos
acerca a la luz y a la sombra.
En medio de las viscosidades que lamen
los zapatos, el tiempo de espaldas
con sus siniestras bocinas. Uno sabe
que las arrugas ciegan los bolsillos.
Barataria, 06.VIII.2016
*Baratijas
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