viernes, 28 de octubre de 2016

CLAROS ABISMOS

Imagen cogida de la red





CLAROS ABISMOS




Frente a la oscuridad, la macolla de abismos y esa oscuridad de tizne.
Sueltas, en las mochetas de las ventanas, las cortinas de indiferencia y ese añico 
de vientos en medio del entrecejo. En la distancia, baúles de tempestad.
Almanaques de ahogados puertos, desvalidos relojes en el aliento.
En el margen de cada vacío, cavilan los truenos y la presencia de monólogos:
de pronto todos somos víctimas de tanta espina sobre las escrituras;
asfixian los vahos amarillos de los espejos,
la esperanza a la hora de cruzar el río de la vida real, reiterar las dudas,
naufragar en el braceo de los heridos de sombras y nubes.
Imposible no ver la noche entre todos los comensales de los relojes: próximos 
los objetos y los secuaces de morder las luciérnagas
Hacia los escalones de la respiración, lo único viable quizá sea la lejanía,
o esos candelabros donde uno, sin más, refresque el aliento.
Ignoro si se gana o se pierde cuando todo el matorral crece en la boca:
a intervalos esta imagen sin ojos, atravesando alfileres oxidados,
el indemne harapo sobre el galope moribundo del viento.
Desde la superficie acurrucada de la intemperie, las iglesias mortuorias
y las migajas de luto como una pluma indomable.
Allí el rostro mínimo como otra sombra envuelta en el tizne de la noche.
Ninguno de estos abismos se puede explicar desde la metafísica, o la inocencia,
quizá desde el cuervo de los retortijones, del acecho de los güishtes.
Debo suponer que no hay tiempo ya para abrir los brazos, ni sacudir el polvo.
Acudo como es costumbre a las incandescencias. Al juego de los ojos…
Barataria, 2016

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