Imagen cogida de la red
VINO SECO
todo
encerrado en la famosa valija de fuego
rodeada
de admirables burbujas de aire irrespirable.
Aldo
Pellegrini
Sobre las manos, la humedad
ardiente del líquido: la savia desde el caracol
hasta el ala. Todos los días
póstumos del cuerpo, la sangre erguida
en el umbral de los gerundios.
Estas ansias de habitación
definitiva, —todo el absurdo de la vieja historia
en el piso, el agua de las
devastaciones en el puerto que nos encalla
sin alarmas, golpeando el crujido
del desván.
(No sé de qué palabras está hecho este otro experimento del
oxígeno;
hay tantos tambores rojos en los poros,
que me es difícil pensar por un momento en las armónicas.)
En la profundidad del cristal, el
caballo de las pupilas y el largo invierno
de la desnudez: las teorías de la
ficción y los crímenes, la ceremonia infame
de las hormigas, y la duplicidad
gangosa del pecado.
Mientras tanto, en la vía pública
se desangran los corderos. (También
el desarraigo forma parte del compromiso y el martirio); aúlla el piercing
en el olfato del bosque de
cemento (la imagen es moneda devaluada
en estos tiempos de crisis, amargo el nudo ciego del espejo)…
Barataria, 2014
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