Imagen cogida de la red
GATO ESCALDADO
Gato
escaldado, del agua fría huye.
Benito
Pérez Galdós
Huyo del
regazo del regazo de todas las noches de la aldea de los instantes de la
palabra de la voz bajita y alta de la voluntad hacia el sacrilegio de las
conversaciones ausentes en los lugares habituales he aprendido a desobedecer al
infinito presuntuoso jamás le hecho culpa a la fatalidad ni al hombre ni a la
mujer: pero tengo razones para ser pesimista es un tiempo de murmuraciones de
perversiones repetidas busco el misterio no las pesadillas (la imaginación me previene de los oídos sordos entre las minucias del
día a día me reconforto una a una se arrodillan las puertas me duelen los
tropezones sin ungüentos alrededor de las putas danza la espiga macabra del
proxeneta) siempre retorno a la luz
yo pescador de imaginarios: jamás entro a los túneles por aquello de los
tropezones y la fatiga por los mástiles que no se ven por toda la sombra que
socavó mi garganta ¿puede la noche ser cuervo o buitre? ¿puede la libertad
morderse como una colilla en tiempos de hambruna? ¿Cuántos manicomios tienen
resonancia en las sienes ante la epopeya de las cadenas dejé de ser jinete de mausoleos
(nadie estuvo conmigo cuando me faltó la
comida) tuve que convertir las calles en alimento así me llené de
certidumbres la indiferencia coaguló mis vísceras hasta el punto de la
sepultura jamás entendí las treguas con mordaza en detrimento de la libertad:
he trabajado en silencio para no incomodar a nadie así he traspasado los
andamios de la vigilia despierto ante lo siniestro: el crimen y el luto me
indignan combato contra mis demonios la palabra pueblo no deja de ser saldo en
blanco para muchas banderas —¿cómo puedo asir tu nombre líquido
bajar sin detenerme a tus helechos sin que el paladar deje de ser lámpara en
tus poros? hay absurdos como cuevas en el pensamiento saldré me iré con toda la
opacidad de la impotencia jamás los güishtes en las costillas jamás la atarraya
del grito jamás el pespunte en el ojal de los juguetes vos sumando centurias de
manos ciegas nombres piedras hirientes cuerpos analfabetos conforme entran los
peces a la tijera del ojo ciego también el subsuelo de las agujas cuervos en la
superficie de la piel en el rascacielos culinario de las ideas vine y no volví
al juego de las tarjetas postales entre tantas teorías e hipótesis la
profundidad sólo la abarcan mis zapatos
se trata acaso de negar con vehemencia las abstracciones innatas de la
deducción o es mera especulación el devenir del espíritu sensorial de la
materia (a ratos la experiencia es sólo
la premisa de la idea) por lo demás recuerdo el cuaderno sucio con esa
negra velocidad del grafito y los sahumerios después de los lavados en el
retrete del infinito: miro cómo las noticias se tornan tragedias y viceversa
todavía en el tórax pasan campanadas de trenes y hojitas de hierbabuena en tu
ombligo confieso que todo fue vertiginoso la infancia el día la noche los
deseos bifocales de los crisantemos las estrías que dejaron los sótanos el
nombre que tararea la miseria el nombre mudo de la maleta de viaje las
fronteras vuelven irrecuperables los fragmentos de identidad nombro ahora la
calle de mi boca los puentes de hamaca y las puertas el filo del cuchillo en
mis ijares y las esferas ahorcadas de mis canicas al final la voz interior dice
que ya no: no es posible tener como proclama el gemido
Barataria, 2014
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