CAMINO [DELIRIO POR LA MUERTE]
si
al menos alumbrara el sol esta noche
si
en el fondo de la Ópera dos senos relucientes y claros
compusieran
para la voz amor la más maravillosa letra viviente…
André
Breton
Y siempre
estás en él en cualquier sitio: “me posees y yo me entrego” acaso porque desde
la infancia viajas conmigo en algún lugar me esperas mientras camino avanzo
gris el ciprés vencido del bosque seca la sed como las aguas evaporadas por el
viento ahí veo el féretro y la losa la lengua en su largo silencio ¿en qué
razón cabe el alma o el alma dentro de qué ecuaciones se puede tasar? me duele
Dios la conciencia la memoria la ropa la continuidad del futuro este Ser este
otro en el porvenir del instante en el
más allá de los túneles que nos invaden: no hay llanto no lo hay ni angustia
solamente ternura en el quedarme en el invierno de la pira muerte eterna
desposeída del vaivén trágico morimos en razón de las contradicciones de la
vida quién duda de la brasa y el nombre de las cosas poseso abro mis semillas
nupciales los dedos de la esperma en el cuenco de la madera lo henchida que se
siente la carne con el agua que humedece la entraña todo lo has ido madurando
semejante al fruto: átomo lenguaje razón prójimo el mismo creer y descreer en la
muerte nada hay de lúgubre en esta calle infalible ¿en qué lugar redimo mis
juguetes? ¿en qué deriva el escarabajo de la tumba? debo pensar en todas las analogías de mi
nombre en el espejismo que no deja de ser esquirla en las pupilas en el vértigo
desolado que producen los muros en lo irremediable que resulta el último
suspiro —(soy
verdad) verdad hoy lo que seré mañana o
una conspiración que acaba disolviéndome dentro de la palabra el embrión del
sinfín todos aquellos secretos que conlleva la ceniza todas aquellas cruces y
alegrías lo mínimo y grande de la sombra este itinerario de la muerte que a
ratos no cabe en la geografía de mi pecho y necesita el mar y los pájaros (cada vez se hincha la tierra en lo halagüeño)
la luz la piel las uñas a qué me aferro para inmunizarme qué otras torturas
habré de vivir ya en el albor del ojo cansado de morar en lo inminente de la
tierra en la desesperación del humus profuso del camino en esta inexpresable voz de lo que
ha muerto yo ya me he entregado junto con mis tiliches he hecho creíble el nido
de lo irreparable (no hay retorno sino la
herida de los deudos) ¿quién magnifica este trance el soplo audaz del vientre nuevo? jamás puede haber prurito ni
pesimismo en el acto solitario de morir si acaso hambre por lo transitorio si
acaso serenidad ante el escenario —no me perturbas muerte no me
laceras todo lo consumas en el imán de la flor de los embarcaderos todo el
lenguaje lo enamoras con esa brasa de la madre última en más de una vez me
acongojó la idea hoy me enseñas y te enseño desde ese lenguaje sordo de la
herencia tus brazos son promisorios como la trementina del Evangelio sin
vanidades ni tragedias ni burlas ya se hace tarde en el sembradío discurren
diminutos los segundos: en el fósforo el alabastro del hambre inicia la
mariposa su encanecido delirio: es frío el tallo de la piedra y el absurdo de
la palabra…
Barataria,
15.III.2014
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