Imagen cogida de la red
ESPINAS
Al caballo de la fuga de la
aurora, la corona silvestre de espinas,
el picotazo imprevisto en las
sienes, esa otra manera de hacer que el pulso
caiga en el vacío. ¿Qué veneramos
de nuestros ijares aviesos?
¿En qué otro firmamento, en qué otra
persona, las púas con su vocación
de sangre? —Avanza la nostalgia y
el dolor como si supieran del mar.
No hay camisa ni madero que
soporte el ojo ciego de la bestia:
un río de heridas se congrega,
sin vehemencia, en las aristas del tacto,
en cada estación donde calcina
polvo y granito.
(En mi escritura irás siempre como un pájaro hasta que las espigas
de la noche
alcancen el sinfín. Hasta que el olvido sea sólo eternidad.)
Cruzo, descalzo, el sendero
escalonado del ansia…
Barataria, 2014
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