Imagen cogida de la red
TERCERA EPÍSTOLA
Vendrán inútilmente los recuerdos
suicidas en cada uno de los pájaros
del ocaso entre las manos:
contemplaremos el ojal del gargajo
y tantos nombres que murieron en
la incredulidad de ciertos parpadeos.
Quemados los amaneceres, ya no hay
respuestas válidas que rehagan
los instantes, sino la página
pétrea en los pensamientos.
(No me juzguéis, ahora, que yo tengo mis propios tropiezos; hay
letargo
en la tiniebla que ni siquiera el grito es oíble.)
Volvemos sobre la piedra y la
hojarasca y ese es el evangelio en los ojos.
¿Qué doctrina nos instruye hacia
la luz? ¿Qué ignorancia nos ha colmado
la sed? —de cierto, aquí, el
precipicio de las fotografías y el hollín
hacia la severidad del reloj.
Todo nos parece cruel cuando las
hormigas en fila india, dejan su sombra
anegada de saliva. Sangra el
aliento de tantas noches; el olfato no deja
de ser fastidio, cuando prolifera
el desatino de las talabarterías…
Barataria, 11.IX.2014
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