Imagen cogida de la red
SÚBITA EPÍSTOLA
No embalsama la tormenta fecunda
de conjuros. (La melancolía siempre
resulta una suerte de dardo, vasta huella con formas insondables.)
Hoy los días nos hablan de
dispersas mesas e invisibles lenguajes: nos pasan
la factura de la noche, la lluvia
y los relámpagos, las sombras incendian
nuestra anemia, allá en esos ecos
de perros entre ramas y muñones,
sobre el enorme musgo que
acumulan los tejados.
—Sobre el poniente, anochecen
todas las direcciones. Hay cementerios
redondos y legión de funerales
que arriendan la conciencia.
Sí, entre tu sombra y la mía,
mitades de puertas y ventanas y dedos que señalan
el futuro y pozos con sonidos
secos.
Sueño todavía en las palabras y
en la almohada de millones de esquinas.
Sueño en el deshielo de la saliva,
sin el altar de la retórica.
Sueño, mientras sacudo el polvo
de mis sienes, en un solo aleteo (después
de todo, jamás sabré en qué espacio estamos y con qué zapatos
caminan nuestros pies.)
Lo mío es mera especulación…
Barataria, 02.IX.2014
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