Imagen cogida de la red
PARAÍSOS
La única existencia posible es
soñar con el Paraíso. Ante el medioluto
cotidiano
de las semillas, el suicido como el
grito amarillo del jengibre.
(Siempre llueve en la turbulencia del vómito. ¿Hay que aprender de
memoria
la paciencia? ¿Respiramos en la ganancia de las idolatrías? Dentro
de la grúa
de los tropezones, la sospecha de la complicidad, la sal
centrífuga
de los vástagos, el suspiro en el grito de jeringas, la otra
mejilla sin pañuelo.)
—En el callejón de estos minutos
edificados es obvia la extravagancia
de la maledicencia; zumba la
liebre de los abanicos, el absoluto nos señala
con su dedo índice la armazón
fúnebre de las noticias.
—Por cierto, nada tenemos. Si
acaso el desdén mojándonos los calcañales.
Después los impasibles juramentos
en el lecho de muerte.
Después la sombra ecuménica de la
almohada y las cucharas.
Después los cargos de conciencia
a contratiempo, lo innombrable que resulta
el espejo a la hora de la muerte.
¿Es imposible la vida cuando
husmea el estrago de los sueños? (Haré la
siesta
cínicamente, por si acaso, abusando de lo dispuesto por el cielo.)
Barataria, 31.VIII.2014
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