Imagen cogida de la red
INTERIORIDADES
Así, el salmo del mundo en el
oscuro mutismo de la caverna.
Los interiores en la
fluorescencia nauseabunda, el yo de la sombra gritando
en la estatua donde —al pie de los
escapularios— hilvano algunas páginas
que luego las tiro al canasto del
horizonte.
El fluir de la conciencia no deja
de tener sus propias paradojas: de pronto
emerge la parábola del hijo
pródigo, el grano de anís o el ojo de la aguja.
Nada es comparable al cloroformo
que rumia en la alcoba: cada interioridad
es un espejo de sorbos indescifrables.
En cada esquina de la desnudez,
hay muertes e infiernos que alguien
glorifica (alguien que hurga en el ojal de la ceniza; alguien que ciego ve
sutiles
paisajes; alguien que en silencio arrastra la desmesura dispersa
de los caminos.)
Para no perderme en la marcha,
dejo la filiación de la salmuera.
Ninguna perspicacia es tan sutil
como el mundo doliente de las baldosas
frente a los traumas de mi propia
ignorancia…
Barataria, 19.IX.2014
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