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ALAS (POEMA CONFESIONAL)
Sé que hasta el ave más adusta
tiene las suyas. ¿De qué te preocupas?
—me dijo la linterna—, con su
sencillez frente a la cortina de la sombra:
mientras los pensadores inefable
van,
recurro a mi ración diaria de
luciérnagas. Existen ciertos atavismos
que engangrenan: la tinta, como
la demasiada ebriedad, entre verjas.
(A cientos de kilómetros duerme el mar y sus desperdicios: “Bien
barre
la escoba nueva, pero pronto se hace vieja”.)
—Y no hay necesidad de hacer
tanto alarde, “que el buen paño en el arca
se vende.” Y sí, la demasía de la
tinta es el problema,
empecemos por quemar la carne y
sus fuegos sucios (luz y ala son
horizonte,
no fantasma ni quimera, ni mendacidad), así lo dice el más allá sin
iracundia.
Mi única impropiedad es aprender
todos los días en el cántaro del alfabeto,
sin hurgar en otras páginas
atribuladas…
Barataria, 24.IX.2013
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