Imagen cogida de la red
TALLER
Nunca supe, en realidad, qué es
lo que muere y qué vive:
sigo aquí con el incienso de los
días ávidos: (la sospecha no es negociable
cuando ya abundan las suturas); juego a los menesteres de los horarios
y al injerto de los arrullos.
Vivimos en un taller de
respiraciones constantes: no existe mayor
hazaña que latir aún en medio de
la desconfianza.
—Procuraré, entonces, hacerle un
monumento a las palabras más diáfanas;
Vos y yo no necesitamos colmillos
para aligerar el paso, sino el candil
que nos alumbre la historia de
los calcañales…
Barataria, 12.IX.2013
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