Imagen cogida de la red
INVENTARIO DEL OLVIDO
En el armario, la luna plena; y
sobre el estrépito, un candil furioso de sombras.
Erguidos en la piel los cajones
de las semanas y cubiertos de olvidos.
En los muelles de la noche, la
bocanada de recuerdos, crepitantes las mollejas
de las palabras, bohemia la
crónica del ansia en los círculos patológicos
de las fechas: la claridad se
burla de todas estas miserias inagotables.
¿Podemos hartos de todo, olvidar
cuanto de barbarie y miserable tiene la vida,
husmear en la desmesura del
pasado?
¿Hay cierta mitología inmutable
en el olvido, en cada folio del delirio, en cada
madera indemne de este monólogo?
—Los armarios son ciertas arqueologías,
depósitos sedientos de la hoja y
la rama y el árbol: allí subyacen los folios
de lo póstumo y aquella boca
cansada de pavimentos.
Ante lo inminente deliran los
cansancios del verdugo y el infortunio.
Algún sitio habrá para guardar
todas las migajas desde el diluvio hasta nuestros
días, desde los semáforos
irrecobrables del sollozo, a esta suerte de aniquilar
los trenes en plena desnudez del
hambre.
(Entre los tantos olvidos, vos, desasida de mis poros,
irreiterable en la estrofa
de mi aliento, catártica en la épica de mis Hefestos: martilla y
fluye justamente
en esa absurda severidad de lo demiurgo. Absurdo el orden y la
alegoría
inmerecida de los asedios. Absurda la indulgencia sobre la página
suprimida.
Desglosados los renglones del viento, vos y la puerta estrecha de
la moral.)
Todo lo acontecido, desvaído
musgo, dentro del féretro de los girasoles.
Sucios y desencajados, los
borbotones de ceniza sobre el costado del otoño.
Barataria, 30.IX.2015
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