Imagen cogida de la red
ORILLA DE LA TRISTEZA
Animal de medianoche, lúgubre en
la espiga de la tristeza, nombre apenas
en el paraje de los ecos: sobre las
páginas oscuras del escombro.
Animal de sombras hendidas en el
último día del trino. (Infancia desnuda
del presentimiento; implacable el polvo que se adentra en el
pecho.)
Animal de laberintos dentro de
los ecos castrados del mundo.
Animal de todos los días bajo
este cielo infinito donde brama la memoria.
Uno aprende que la promiscuidad
es también cosa de baratijas.
Me invade una tristeza de cuatro
paredes: la escritura, a menudo, agrieta
los adobes de las paredes y el
matorral del aliento, los duendes exhalados
desde el pozo ciego de la quimera
empapada de hojerío.
A veces huyo de ciertas
conversaciones, huyo de ciertas bocas y de la materia
fecal, del polvo sin desagües, o
del simple cuchicheo de atriles.
Todas las épocas de mi escritura
han sido difíciles: no faltan gargantas atroces,
ni filosas nieblas. Nunca la
inocencia. Es latente el promontorio de barbarie.
Así es este oficio hasta que
alguien gasta toda su dentadura.
Un charco de tinta es mi
escritura: ahí, enciende el invierno sus luces verdes,
y se evaporan los olores
desleales, la perversidad y lo abominable.
Cruzo a diario los candados del
miedo. Purifico intemperies: abro los ojos.
Yo escribo, entonces, disperso en
cada centímetro de miradas y espectros.
(Vos lo sabés allá en tu negra hoguera. Sí, en los olores
destejidos
del escarabajo, en la telaraña de los silogismos, o en los ecos
grises de este país
moribundo, en el complejo de culpa del retrete.)
Vos lo sabes cuando el líquido
seminal se va a través de las alcantarillas…
Barataria, 11.X.2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario