Imagen cogida de la red
SEMANAS INDELEBLES
Como la desnudez conjugada en la
conciencia, estas semanas quemándonos
hasta los calcañales. Hoy el
reloj insiste en ignorar la sequía.
La luz, los bultos de la noche y
su repentino embudo irremediable. Su difusa
Corbata sobre la piedra de la
penumbra.
En las aceras me persigue cierta
nostalgia por las telarañas: ahora las cruces
son un destino, no las ventanas;
pero no importa (no es tan horrible como
parece, pensará alguien); después de todo, los sentidos engañan.
Hay señales frenéticas que van
muriendo al compás de los transeúntes.
La luz como las semanas es
invención de la almohada: uno es hoy, diurno
o nocturno poniente, o antesala
de pájaros quemados.
Bajo el cántaro de la duda, la
osamenta del luto y su relieve. La intemperie es,
ostentosa en cadáveres,
resplandeciente en impurezas.
(Uno siente que todas las piedras de las semanas se gastaron y no
es así);
toda la realidad nos sigue
masticando los costados, el grito de hierro de tanta
atrocidad, los platos rotos despedazados
del infierno.
Uno no se olvida del aliento
furioso de las semanas, ni de las audiencias
de hígados al rescoldo, ni del
pretérito pluscuamperfecto trasnochado
en la inflación de tantas y
tantas osamentas y estadísticas. El espectáculo muerde
todos los volcanes de la
patria, sin contar los suicidios convencionales
y los producidos por la
prostitución. Antes uno se deleitaba con el goteo
del escalofrío. Ahora resulta
demagógico cualquier recuerdo en este sentido.
Barataria, 2015
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