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LA MUERTE DE LOS DÍAS
no he
perdido mis trapos en otro lugar ni siquiera aquel golpeteo de la memoria:
nunca fui invitado a la mesa ni siquiera a la noche de disfraces de la muerte
de los días: cada palabra es un espejo pero hay que limpiarlo para no ver
cuervos en vez de colibríes siempre me toca darle explicaciones a los ojos de
la tarde limpiar las ventanas y masticar el arte de las digresiones y las
burbujas en torno al maullido (recurro al
vos en el poema para disimular el perpetuo monólogo que hay en mis palabras
pues quien mejor para hablar conmigo que el yo profundo que sale a través de la
garganta) naturalmente allí podrán ver los portales de la noche dibujados
en la antesala de la almohada en aquel viento a veces furioso que se deja sentir
en las calles: nunca he buscado cena en otra parte salvo en las habitaciones
oscuras del desvarío a la sal de los
anillos de los ataúdes se suma el
incesante malhechor: en los relámpagos como es costumbre muerdo lo efímero y
advierto que cada día nos va anegando de luto es como si la vida estuviese
ataviada a los cadáveres y al cenicero que descansa trizado por colillas
siempre trato de huir de las alambradas de la compra y venta de almas jamás
pensé en los días nefastos y oscuros me da tristeza anegar mi tinta con el
submundo de las elucubraciones divago claro en el reposo aparente del infierno
en el asalto a la tranquilidad de mi silencio: toda forma es tránsito por eso
huyo de las disputas y de los himnos y los escapularios huyo de la falsa
ternura de los platos con manchas de aceite de la mesa absoluta de la armonía
por suerte aprendí a caminar solo estremecido por los disparos de la ficción y
la realidad: fingí sordera ante los dardos sucesivos que cayeron en mis sienes
y costillas nunca fueron tan letales porque todavía existo en el poema: aquí o
allá me despido callado del letargo entre otras cosas no me aflige la aridez de
las hogueras ni las sospechas disfrazadas de verdades ni el pasado ni el
presente me angustian: vivo de cara al futuro para ello subvierto el maleficio
del miedo y otros tantos disparates que trotan en la cascabel de los andenes
ahora resulta que el asombro se ha convertido en arma peligrosa y los iceberg
en sobremesa del susurro ahora resulta que la medianoche le habla al día y que
el espejismo es otra verdad interminable sucede de pronto que las libélulas son
peces y el otoño un caos de palabras tirado en las alcantarillas al final todo
tiene la forma de la muerte añoro desde luego los días no beligerantes la
condición humana franca al calabozo del insomnio en esencia los días son
esenciales para reconocer lo que se muda: es preferible entonces la página en
blanco…
Barataria,
24.XII.2012
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