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DESPUÉS DE TODO, SEPARAMOS LAS
AGUAS
después de
todo separamos las aguas de nuestros huesos: los anchos caminos que llevamos en
los hombros: sombras y sinalefas de barcos hachas harapos y vacíos después de
todo rodamos en la tierra y separamos el pan y las guas a nuestro paso aquí no
hay paralelos sólo las costillas de nuestro cuerpo el corazón de la tormenta en
su vasto territorio cuando ya hemos caminado y dejado el grito vemos la tierra
y la concavidad de las aguas cortadas: a veces pareciera que levitamos junto a
la niebla pero no: es el fango transformado por nuestras manos el poema
terrestre que nos acecha con su designio de alambique en cada uno de nuestros
párpados las paredes de la niebla a
voluntad del viento Babilonia en la piel y los ijares el éter terrestre de los
candiles y ese nosotros sin cepillo en nuestros dientes aun con todo marcamos
las horas exactas en la alegoría del silbido crecen confundidos los trapos de
la medianoche y la sal que galopa como un jinete de profético delirio ¿a
cuántas bocas les dimos la alegría y nos hicimos fuertes para no dimitir de
esta desnudez conventual de bozal premonitorio?
en el mantel cupo de todo hasta los cerrojos oxidados y las sombras tiránicas de los cipreses (“bajo
los párpados y sudor que les corre veloz por los costados se levanta la voz
contra el fuerte con fuerza de campanada seca con golpe que hace trizas
botellas de vinagre y es en el fondo el eco de la propia noción apagada y
desnuda que abre un ojo de sal como un pájaro virgen ante la luna llena”) como
una espátula de saliva el ala tatuada en las paredes oscuras del aliento:
negros guijarros colgando de los párpados hacia el ojo redondo de carretas
moribundas cuyas ruedas lineales suben al humo hasta arder en extensiones
oscuras en el telar de las aguas se tullen las redes de nylon y aun los caites
invisibles del sonido en el chiltepe redondo de nuestra memoria las mareas
heráldicas del sudor los colmillos de la
nostalgia que hacen saltar los caballitos de mar: en medio a los lados los
fantasmas de rodillas y la oscura transparencia de la intimidad y la gota de
semen de las ventanas en el jardín del hambre cuando despertamos el granero lo
vació el estruendo de nuestra propia mitología los mares de siempre en el tallo
del ritual la degastada sábana irrecuperable del tiempo —después de todo no sólo separamos las aguas sino que también
abrimos la puerta del follaje al desamparo le respondemos con delirio y a la
soledad le damos el poema memorable: sí recuerdo que descendimos a los
infiernos y habitamos pronombres desdeñados y le aplaudimos al verdugo hoy nos
levantamos para reinventar las fachadas: de aquel tiempo de hollín las
veintiocho letras giran en las semillas del cuaderno como un arco iris de
escaleras…
Barataria,
30.XII.2012
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