Imagen cogida de la red
PIEZA DE MUSEO
no nos sirve
la nieve sobre la banca del frío cuando la risa se ha convertido en pieza para
museo cuando el almidón ha sido cremado
y no nos queda sino esta miserable
porfía de ver fotografías bajo la tormenta de los espejismos vivimos en dentro
de esos dos jardines de la indulgencia: el sueño y el ensueño pero todo es así
inclusive las baratijas de las calles el
sendero convencional del aliento los cuerpos engangrenados en el común de la
Nada: —de las buenas costumbres me quedo definitivamente con la
intemperie expuesto al mal de ojo del abismo ahora soy un proscrito de la
opulencia del trópico: mi deseo es vaciar mis propias cavidades quitarme la
máscara entumecida de la nostalgia y de ser posible inundar el acto de escribir
con aquellas postales que deslumbraron mi pálpito (“cómo me estorban las cortinas personales: prefiero el párpado de cal
la concha tornasol mínima escafandra donde hierve la reflexión de cada
arena aire necesito aire hinchados husos
recubiertos con pulidas mondaduras planetarios husos con qué zurcir toda la
yerba asesinada”) Han pasado ya días días desde la última brega del
sobresalto horas de utopía feroces apetitos para masticar el fuego: desde luego
ya se había vaticinado el despeñadero póstumo del árbol almidonado y el
sahumerio cuando disecamos la ceniza del mechero cuando la almádana rompió la escalera de la
respiración junto a la réplica de las bisuterías —desde luego
el humillo natural de los meteoros inunda las terrazas y las vuelve
oscuras —lo supimos
en la réplica de tanta noche sin sentido — al final creo que ya todo está
fuera de su sitio: las bancas vacías fulminadas por la nieve los esqueletos
amarillos del insomnio cortando la yugular de las estatuas sé que hemos caminado largos faroles de párpados
y en cada migración de pájaros también nos marea el firmamento de las
luces en la herida llovida del correo
que nos avienta a promontorios de palabras ante el cuervo que ayer nos robó el
sueño nadie sino esta suerte de empezar de nuevo a tirar bocanadas de
obscenidad y a degollar la eternidad que no tiene sentido cuando rasgamos el
campanario de la trementina pero algo es
seguro: vivimos aguijoneados por la hamaca del tiempo y la militancia de la
fiebre de las hipótesis a la menor insinuación de viaje arreglamos la valija y
alargamos la sobremesa hasta el punto de evaporar las inflexiones verbales del
pretérito y si es cierto: (“un súbito fulgor encabritado entre
escaleras que bajan de tumbo en tumbo a recorrer la sílaba que cuelga la perla
negra en el grifo entrecerrado”) digamos que debajo o sobre la ropa del
instante hay otras ropas que nos precipitan hasta el punto de la alucinación…
Barataria,
24.I.2013
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