Foto de A Room With A View,
tomada del FB de Mirela Ciortan.
MEMORIA
…el
viento
haciendo
sonar el arpa de las rocas.
ANTONIO
COLINAS
¿de cuánto
nos sirve el frutero colgado del ciempiés del tabanco? ¿acaso la memoria es la
página anochecida la puerta corrediza del polvo la palabra ensombrecida desde
el río de los paraguas del disparo de la saliva sobre las arterias? (de cuánto la memoria guarda no tengo idea)
recuerdo —claro está— los días invitados a la sartén el hangar ciego que
confluye en mis ojos el labio de la piedra sobre el pez del trópico el níspero
con su fermento de metal oscuro el silabario desnudo del marisco sobre el reloj
del pubis sobre la calma los próximos meses de sangre el elogio al horizonte
retroactivo el campo de concentración en aquel callejón mágico del calendario
en los días de cuaresma (la memoria
también guarda y pesca) debajo del tejado las costaneras como sombras
múltiples del diálogo con el tiempo: hacia mi isla la centella del fósforo
cárdeno los ojos superpuestos de las sombras y esos crisantemos azules del agua
en el equilibrio equidistante del césped —¿habré de recuperar el relincho de la
espuma —desde los ahoras del viento— los ayeres sin la brevedad callada del
escarabajo entre los dedos el filoso mar de los andenes? Sé que los bueyes de
las sombras lamen del mismo modo los sueños del polvo y el relámpago el perfume
arrodillado de la nostalgia los pañuelos pulsátiles del entrecejo —¿veré arder
Troya en los meses recuperados? entre los barcos y mis pálpitos el ahogo
ancestral de la sangre el haz de leña sobre mi tabanco la piladera solar de los
latidos: quizás los mismos crepúsculos y sus voces el refrán mientras escribo
en la cuajatinta el sexo en los pespuntes de la leyenda sólo apta para mayores quizás
sude de nuevo los mismos estertores a menos que cambie de camisa la hipnosis el
fervor del azúcar al momento de endulzar el café negro en la taza que crece como
hidrocefalia la memoria de los ojos no tiene límites de sonidos ni carencia de
pinceles al mediodía ni otras lápidas que los sellos postales para darle
relevancia a la historicidad de los ijares —tarde o temprano— es necesario
lavar la ropa sucia en la batea de granito: eso pienso cuando cojo la linterna
de las fotografías acumuladas en la tinta del templo mayor de la conciencia
¿puedo caminar y a la vez conservar el equilibrio del al borde del pozo que
hala mis extremidades? ¿la oralidad sin que esté próximo un carnicero? ¿borrar
los apuntes de las telarañas sin que hagan cosquillas en la próxima estación
del cuaderno? en la noche los grifos del designio sí el teléfono celular y su
mensajería atroz los íconos del silbido con asteriscos y la luna cíclope de la noche en una esquina
de mi propia demencia —la mía en concreto— las acotaciones y estridencias: más
de algún sueño prestado colgando de la cáscara del guarumo o del perro que mira
el abismo desde su propia sombra en blanco y negro…
Barataria, 12.I.2013
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