Damián Loeb
ANATOMÍA DEL SOBREVIVIENTE
en aquel
alarido de sombras las raíces destrozadas de los meses y el cactus en la boca
la corteza frente a los espejos destrozados del oxígeno el desayuno a deshoras
de la fidelidad de las colillas y las ramificaciones del vuelo colgando de las
palabras siempre es interminable el firmamento en las sombras la flor del agua
del insomnio y esa hermandad con la ciencia de la herrumbre: me desnudo aquí en
la madera vertical de la nostalgia en el
cuartón del nomeolvides del eco de la persiana dubitativa que juega a
desiguales vaivenes en la anatomía de las palabras la terquedad del poema la
escritura que madruga al filo de los gallos las palabras inaugurales del rocío
en el libreto más común del monólogo (el
poema después de todo me puede ver conoce desde dentro la fotografía del
silencio y algunos remordimientos que giran alrededor de la sangre en la
esquina del puñal de la sal o en las barricadas de la epidermis) después de
todo he sobrevivido a tanta noche a los ultraísmos del vinagre a la merienda
viuda de las ojeras y a esas fragmentadas diademas del paisaje junto a mis
propios ronquidos de campana sorda los alelíes mordiendo las estrofas del aliento
casi como un génesis el día de cada día en la infancia del rocío (“dentro del anillo reluciente ruedan los
episodios y los seres pululando dentro de sus órbitas y esperanza…y no hay
quien oiga la voz que narra sino que todo se torna una cacería tras la imagen
contada como en un cinema”) en fin los pájaros exprimen el balcón que
aglomera mi respiro y allí el fuego como una sortija del buen samaritano
enroscada en el río de la vendimia: la tinta desnuda los alaridos de mi
cuaderno y abre el bozal del diccionario del profundo vaho de las tumbas en el
baldío de mis poros cabe completo el mapamundi
del viento que acaba de nacer en algún sitio del disfraz del mundo en
cada colofón del fervor quedan los residuos maduros del tiempo la juguetería de
alguna décima o el espíritu prófugo de la lluvia —ante las
ciencia biológica del poema las manos tocando la garganta de los cánones las
aguas amotinadas del circo de las vitrinas los paraguas que navegan hacia el
sueño del cinturón de fuego de los trenes es duro el mundo cuando las máquinas
tragamonedas desbaratan los bolsillos: una necesidad imperiosa es quemar el
presente y el pasado de las distancias y quedarse a solas en las mismas calles
de la ciudad del alma con los altos y bajos de los gérmenes junto a la cólera o
el beso extenuado en medio de la existencia herida del fuego después de todo vale la pena sobrevivir acaso
como la conciencia de uno mismo: la memoria en la foja de las semillas…
Barataria,
02.I.2013
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