Bajo la enredadera que cubre al espejo, bebo el sabor de mis barcos imaginarios,
los que partieron, los que quedaron detrás de la respiración del día indiferente;
nada es igual después de haber olvidado tantas cosas: cada quien vive los diversos
martirios que provee la vida.
SEMBLANTE DEL AGUA EN EL ALIENTO
La historia de nosotros tuvo su origen en los ojos. Desde cada guitarra de agua, el aliento multiplicó sus bisagras milagrosas; fue el arroyo quien nos eternizó en la ventana del viento. A veces es necesario recorrer todas las fotografías colgadas de las paredes, interrogar al aliento del césped, reconstruir la historia en cada horcón del sueño, hasta subir a las certezas sin ahogos. Bajo la enredadera que cubre al espejo, bebo el sabor de mis barcos imaginarios, los que partieron, los que quedaron detrás de la respiración del día indiferente; nada es igual después de haber olvidado tantas cosas: cada quien vive los diversos martirios que provee la vida. —Allí, en el semblante del universo, el filo invasor de la sequía en los labios, los pensamientos como hendiduras del éter, la oquedad espectral del vacío. Cuando las manos se vuelven intangibles, sólo nos queda releer los espectros y confabular junto a la noche hasta el límite del eco del abecedario. Aunque alguna luz quede, presentida en el semblante, jamás se vuelve a la misma latitud del rocío, a la misma raíz que desvistió la cintura de la tierra. Donde se levanta un siglo de hojarasca, el aliento se torna rama del quejido. Sobre las aguas sombrías, este continuo reclamo a los féretros.
Barataria, 04.IV.2012
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