El pájaro negro de la neblina, muerde la sombra furiosa de las llaves, algunos peces
como un juego de canicas, los trenes masticando la orina de los rieles.
Fotografía tomada de la hoja virtual/turismoenfotos.com
CATARATA OBSCENA DEL PEÑASCO
Dejo las palabras para otros vértigos: los sueños caen en el extravío del pecho y la memoria; dejo para lo postrero, esta obscena mortaja de oscuridades, quizá, en un lugar donde ya no tenga cabida la fatiga, ni este abismo de trastornos, refugio del azar. Un péndulo de huesos intima con la obsesiva luz de las luciérnagas para luego hacerse densa ceniza, acribillada embriaguez del ahogo; hacia el costado huérfano de las ventanas, el chorro de agua salta sobre el aire sangrante del terror: ante la inmediatez de tanta circunstancia, vos, ahora en la vajilla onírica del entrecejo mordiendo la rama del calendario que sirve de mantel, a veces íngrimo como un látigo de hollín desprendido del tabanco demencial de la asfixia. El pájaro negro de la neblina, muerde la sombra furiosa de las llaves, algunos peces como un juego de canicas, los trenes masticando la orina de los rieles. Ante cada estrépito del peñasco, los arcángeles se tornan losas fatuas del aliento, noches de un mundo con verrugas, agrios enjambres del absurdo. (En el hacinamiento de las aguas los cuchillos pierden el magnetismo de la urbanidad de los pájaros. Hay gritos en el silencio del hilo delgado de las venas, en el polvo que respiramos cuando masticamos la hierbabuena, el epazote, o la cabeza de ajo colgada en el reverso de la puerta, invisible para los espectros de la claridad.) en todo, hay túneles donde campea la impunidad y las antiguas mañas de las sombras…
Barataria, 17.IV.2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario