El cuaderno es la casa de mi respiro, la casa que heredé,
parpadeante y audible; palpita el aire, es como la lluvia de la aurora,
como el pan repartido del pulso en la claridad.
CASA DEL RESPIRO
Ante las letras blancas del cierzo o el rocío, mi alfabeto blanco: la casa de todos los días. El estertor de la mañana inclinado en el tejado del aliento; allá, el verano cuadriculado de las hojas; aquí la palpitación de las ventanas junto a mis hijos, la voz que me despierta desde el traspatio o desde las calles empedradas. Gotea espejos el vilano de los pinos, agua sobre la luz, semillas hechas del tamaño de mi historia. Somnoliento, aún, dejo la almohada para hacer mi trabajo de puertas: toser, desnudar los puntos cardinales, dibujar el mar con las esquirlas de la tinta, pastar mis ojos en el florero del horizonte. El cuaderno es la casa de mi respiro, la casa que heredé, parpadeante y audible; palpita el aire, es como la lluvia de la aurora, como el pan repartido del pulso en la claridad. La felicidad también tiene páginas de escalofrío, aleteos e incienso. Después de todo, también el oleaje es casa de mis respiros, aquella fotografía del aire en el espejo, el azúcar con luciérnagas, el galope íntimo del fermento. Sin duda, aquí, sólo hay espacio para mi escritura…
Barataria, 20 de noviembre de 2011
2 comentarios:
Tu respiro, no solo es espacio para tu escritura, también es espacio para leerte y respirar el oxígeno que nos ofrecen tus letras.
Un abrazo.
Mercedes.
Gracias Mercedes, por tu visita y comentario cuyo valor para no tiene precio.
Un abrazo desde esta casa del respiro.
André Cruchaga
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