la noche es tan antigua como mi sed, como la necesidad de sábanas,
ante el acecho oscuro de las estaciones. “Duélete”, decía Góngora,
me duelo en consumir estos jardines opacos, casi inciertos del aliento.
Imagen tomada de Miswallpapers.net
UN MAPA. UNA PUERTA
Un mapa, una puerta: el desvelo igual que las tablas de multiplicar, los algoritmos del horóscopo, a veces la bruma llena de mí, distraído en la puerta que da paso al destino: ayer, hoy, el oasis de ciertos nombres, el espejo decisivo de la vida sobre el ansia, el eco del cilantro en mis manos recaídas, ver la tierra, esperar con vos, desenrollar la aurora de la lengua bajo la sombra de una nube infinita. Salgo. He salido de tantos espejismos: la noche es tan antigua como mi sed, como la necesidad de sábanas, ante el acecho oscuro de las estaciones. “Duélete”, decía Góngora, me duelo en consumir estos jardines opacos, casi inciertos del aliento. Es casi la “Estación total” de don Juan Ramón, la tarde, la gangrena sobre la herida. Y a fe de tantas cosas, digo, como don Luis de Góngora: “Todo se halla en esta Babilonia,/ como en botica grandes alambiques,/ y más en ella títulos que botes.”
Barataria, 25.XI.2011
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