lunes, 7 de noviembre de 2011

SOMBRA DE LA CENIZA


En la soledad de la ceniza, la jarcia de las baldosas
y el estrépito de las bestias, el hambre a manos llenas de la memoria,
barro, abrojos, después de todo, en la alacena de la gota de sudor
salida de los poros, batallas bebiéndonos el invierno,...
Imagen tomada de Miswallpapers.net




SOMBRA DE LA CENIZA




Well, I woke up this morning, I got myself a beer
yeah, I woke up this morning, and I got myself a beer
the future's uncertain, and the end is always near…
THE DOORS [ROADHOUSE BLUES]




Me enredo muy a menudo en los cuatro pilares de las telarañas,
en la tombilla de la vigilia, ventana espacial de los días aterradores,
arden todos los nombres en la sal, debajo de la axila de las alas,
aquí hubo lluvia y escarcha de luciérnagas, procesión de peces y limosnas,
también tabancos flotantes en las pupilas, humo como río honorable,
temperaturas adversas a la ventana de los cementerios, coces masticando
los dientes, de la hamaca colgada del sigilo, piedras en la cirrosis
del mendigo, acostumbrado a deambular en el enjambre de las abejas.

En la soledad de la ceniza, la jarcia de las baldosas
y el estrépito de las bestias, el hambre a manos llenas de la memoria,
barro, abrojos, después de todo, en la alacena de la gota de sudor
salida de los poros, batallas bebiéndonos el invierno,
el barbasco empujado hacia los altares, noche sin ojos en el oficio
de los muertos, sangre ardiendo sobre las moscas,
ciudades agónicas de escarabajos, calles de purulento metabolismo,
sin linternas, con aldabas tragándose el moho, el hollín de la noche
que muge a media asta de los azores,
ojos vaciados por el miedo, qué difícil el animal de la utopía en un País
de esplendores obscenos, en un País de complicadas estadísticas,
Tribunales y leyes como el hambre: pululan, abundan, están allí
con nosotros, junto a la mueca etílica del nosotros, en cuclillas
la carreta de la noche, la adoración purulenta hacia ciertos personajes,
la covacha de la niebla, Cónclaves de bagazo,
parva de cenizas en la sartén trágica de soledad y la ausencia.

No hay preguntas, después de un largo inventario de interrogaciones;
no hay respuestas cuando todas han sido escupidas malolientes,
guishtes arrancados a las ventanas, polvo seguimos siendo
antes de la muerte, después de la bocanada de ojos inciertos colgados,
ahumados en la antesala de la quema o la tormenta.
Después de todo, nos han tocado beber el agua en el cántaro roto
del hambre y la ceniza, en la suciedad de los semáforos, en el peltre
de la bacinica, en la puerta que precede a la piedra del más allá,
sin hora de extremaunción, ni festejo del nixtamal en la piedra de moler,
ni escaleras para bajar al submundo de la lengua,
nudos nosotros los que vivimos a diario los funerales del tiempo,
la cosecha de los paraguas, el papel delirante de las enciclopedias,
el espejismo de los merca dos desde los balcones, el aire como leche
negra en los tragantes, maleza de murmullos en el goterón del polvo,
en este bosque de intemperies genuflexas,
palabras profundamente grises en su oficio de ceniza, tempestad, acaso,
manifiesta en las paredes, prendidas de los gajos del grito.

Me queda, después de todo, la escoria y el desatino de la alambrada,
el espejo atravesando mi propia palpitación, la palidez de los minutos.

Barataria, noviembre de 2011

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