Pintura de Santiago Rusiñol, (1894)
ZONA PROSCRITA
Entre las aguas borradas
de la noche y la profanación de los cementerios el granito de la sombra dicta
sus presagios: sobrevive aquí lo que siempre perdura el silencio de las criptas
y su polvo la caverna de antes acaso la misma de hoy en día las arrugas
antiguas de los candiles el aliento roto y algunas oscuridades sobre el mundo las
distancias fallidas de los minutos encima de la espuma —en la brasa del vigía se
lee el antiguo manuscrito de los ojos y la ciega lágrima de las sacristías
alrededor de los eucaliptus se desenjuagan las cornisas de los alfileres y la
quemazón que provoca el vértigo de las alegorías (uno camina roto de fe junto con las estrías que nos dejan los relojes
en el afán la carcajada pero no los bolsillos si acaso los rincones de la
salmuera: todo es pared o celda declives y largas muertes adónde ir cuando
masticamos lo incierto tampoco hay desagüe para las braguetas y su deletreo —alguien también suda los enredos de saliva en los retretes y
el esplendor ensortijado de la desgracia que bebemos en pocillos de fuego) nos desploma el golpe de cada gemido cada badajo de semen
suspendido en los sueños desposado de la brasa del pájaro vencido de pronto la
piel toda se huracana frente al mundo de la desnudez repta la mano fragorosa a
través de los utensilios de la soledad: el hambre es solemne de ahí las baratijas
y la bella extensión de las alcantarillas te veo ahogada en mi pecho de pájaro
muerto son oscuros todos estos años de perversión oscura la habitación y los
sentidos oscuro el sueño del suicida oscura la embriaguez del espejo la
tristeza en su larga sed oscura la humedad de una lágrima y tu nombre de embrollos
y el territorio de los desfiladeros oscura la miel que se deslía en nosotros: nada
hay de misterio en medio de las ingles salvo la devoción de mis delirios
masoquistas y lo execrable que resulta lo que no se puede sofocar con la
tormenta (lamer los remolinos de la piel
resulta inevitable aunque después invadan los sentimientos de culpa habituado a
la intemperie no me son extraños los esqueletos y los miedos nunca he dejado de
dilucidar mis recuerdos: a veces finjo las ramas de tu aliento en mi tórax la
juventud de entonces y su siembra)…
Barataria, 2017
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