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TALA
…el que no se recuerda,
ardió sin un motivo
porque, según parece, no se avenía a ser talado de unos árboles sí
y de otros no.
porque, según parece, no se avenía a ser talado de unos árboles sí
y de otros no.
Vicente Molina Foix
Bosques donde nos deslizamos cada día: al
oído nos desgarra la lectura de la zarza, los brazos que nos devuelven a la
noche, solos, la ausencia y el hambre, vos embriagada de miedos, ojos de
amargas hamacas, el silencio que nos quema en la piel, fosas donde la esperanza
guarda sus heridas. Diré que fui rehén en la idolatría de tus poros: al pie del
dintel, la dentadura, la melancolía del vigía que fue pájaro, el tropel duro
sobre los muertos en el alba. A veces sollozar, madura la nostalgia, la porfía
de ciertas flautas al trepar en los parpados: supongo que es triste el agua de
los ojos al filo de las aceras, en la trompeta desnuda de las sombras; tras el
escombro hay nudos ciegos de sed que no sacia la tormenta, en el fuego
reinvento el valor de las palabras, el seno o el labio tiritante, la audacia
que persiste en las espinas. Siempre espero que el eco de tus poros germine en
mis manos, (y subvierta las calladas palabras que nos habitan) sin fronteras,
hasta que armonía y ternura sean afables entre nosotros, vos y yo en la tierra
de lo posible, sitiados solo por la quemazón d del aleteo de la lluvia, ardidos
en el aroma del deseo, sin preguntas, sin muertos, únicamente el vértigo
natural del jadeo, arraigados a la alegría y no a tanta grieta, acequia oscura
del féretro, no a esos meses encerrados en alambradas. Duele lo inerme y el
submundo del granito, las ventanas disueltas en los dientes, el alambique roto
de los zapatos, las telarañas o la casa cerrada de tus muslos, los espejos que
somos en este ahogo que también es el del país, aunque nos niegue con sus
desvelos de tanto estrujar la esperanza. Vos me dolés entre tantos chiriviscos,
alimentados acaso por la respiración de las tumbas, por tanta criminalidad
sobre nuestras sienes. Vos me dolés, no lo niego, cuando beso tu vientre de
rodillas. Me dolés como los armarios convulsos, la aurora en desatino del
tabanco, el pulso a la suerte del zodiaco, con las vocales colgadas de los
aleros; me dolés como la neblina posesa en las ventanas: me hundo en la herrumbre
dejada en cada poema, —a menudo es así, sencillamente. Está desteñido el pulso
de los desodorantes, todo aquel óxido inconfeso de la polilla, algún almanaque
sin misterio, cruzando la antigüedad de las brasas, la llama que nos consume en
la transparencia o la oscuridad, lengua inseparable en el ámbito de la
almohada. Después de todo, lo vivido contrasta con el pañuelo filtrado en el
espejo, con las palabras secretas que nos fueron consumiendo: ansiedades,
rostros húmedos en las sombras, laberintos habitados por fantasmas. No sé si
por fin un día acampamos: perdí cualquier noción del tiempo. Por hoy, solo
recuerdo la desnudez ciega que nos mira en la memoria y el vacío a oscuras como
la habitación que dejamos.
Del
libro “MOTEL”, 2012 (Inédito), 170pp
©
André Cruchaga
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