martes, 24 de octubre de 2017

TALA

Imagen cogida de Pinterest






TALA




…el que no se recuerda, ardió sin un motivo
porque, según parece, no se avenía a ser talado de unos árboles sí
y de otros no.
Vicente Molina Foix




Bosques donde nos deslizamos cada día: al oído nos desgarra la lectura de la zarza, los brazos que nos devuelven a la noche, solos, la ausencia y el hambre, vos embriagada de miedos, ojos de amargas hamacas, el silencio que nos quema en la piel, fosas donde la esperanza guarda sus heridas. Diré que fui rehén en la idolatría de tus poros: al pie del dintel, la dentadura, la melancolía del vigía que fue pájaro, el tropel duro sobre los muertos en el alba. A veces sollozar, madura la nostalgia, la porfía de ciertas flautas al trepar en los parpados: supongo que es triste el agua de los ojos al filo de las aceras, en la trompeta desnuda de las sombras; tras el escombro hay nudos ciegos de sed que no sacia la tormenta, en el fuego reinvento el valor de las palabras, el seno o el labio tiritante, la audacia que persiste en las espinas. Siempre espero que el eco de tus poros germine en mis manos, (y subvierta las calladas palabras que nos habitan) sin fronteras, hasta que armonía y ternura sean afables entre nosotros, vos y yo en la tierra de lo posible, sitiados solo por la quemazón d del aleteo de la lluvia, ardidos en el aroma del deseo, sin preguntas, sin muertos, únicamente el vértigo natural del jadeo, arraigados a la alegría y no a tanta grieta, acequia oscura del féretro, no a esos meses encerrados en alambradas. Duele lo inerme y el submundo del granito, las ventanas disueltas en los dientes, el alambique roto de los zapatos, las telarañas o la casa cerrada de tus muslos, los espejos que somos en este ahogo que también es el del país, aunque nos niegue con sus desvelos de tanto estrujar la esperanza. Vos me dolés entre tantos chiriviscos, alimentados acaso por la respiración de las tumbas, por tanta criminalidad sobre nuestras sienes. Vos me dolés, no lo niego, cuando beso tu vientre de rodillas. Me dolés como los armarios convulsos, la aurora en desatino del tabanco, el pulso a la suerte del zodiaco, con las vocales colgadas de los aleros; me dolés como la neblina posesa en las ventanas: me hundo en la herrumbre dejada en cada poema, —a menudo es así, sencillamente. Está desteñido el pulso de los desodorantes, todo aquel óxido inconfeso de la polilla, algún almanaque sin misterio, cruzando la antigüedad de las brasas, la llama que nos consume en la transparencia o la oscuridad, lengua inseparable en el ámbito de la almohada. Después de todo, lo vivido contrasta con el pañuelo filtrado en el espejo, con las palabras secretas que nos fueron consumiendo: ansiedades, rostros húmedos en las sombras, laberintos habitados por fantasmas. No sé si por fin un día acampamos: perdí cualquier noción del tiempo. Por hoy, solo recuerdo la desnudez ciega que nos mira en la memoria y el vacío a oscuras como la habitación que dejamos.
Del libro “MOTEL”, 2012 (Inédito), 170pp
© André Cruchaga

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