Imagen cogida de la red
SIN
DUDA, TAMBIÉN HAY DÍAS SIN PÁJAROS
Me interrogó en
voz baja por qué morí.
—Por la belleza
—repliqué—
I Died for
Beauty, Emily Dickinson
sin duda también hay días sin pájaros y columnas de humo erguidas
en la boca y brazos invertidos hacia la oscuridad total de las puertas:
irrumpen las escaleras en descenso hacia la tarde muda que extingue las sillas
del poniente yerran las sienes en el fierro de las disonancias es claro que hay
ecos a punto de horadar la piedra cuesta sostener el aliento en los ataúdes
impensables del desdén: quizás sea la hora cero la del resumen o la síntesis la
hora fatal del prisma que fenece en el pedazo de bambú del calendario hecho
agonías nunca se sabe hacia dónde van las espinas del agua y la lengua
traspasada por la ceniza nunca se sabe si es hueco o vacío este dolor real de
guitarra fragmentada hoy he vuelto a caminar entre la multitud ¿dónde
está el alba? hay gemidos de sangre y relojes oscuros me muerde la
degradación de mi propia materia es grande el desamparo de las espigas y
putrefacta la desesperanza de los crisantemos frente a qué paisaje pueden
sobrevivir mis palabras sin que los cuchillos tiriten en mis dientes sin que la
saliva niegue mis violines mientras grito en la prisión del fuego me doy cuenta
que la perennidad es un concepto efímero que solo tiene cabida quizás en las
cosas microcósmicas gimen los trenes amarrados a mis ansias agonizo en la escupida
de los taladros montañas de lejanías para mis dilatados pies jardines
deshabitados en el mendrugo de la alforja de la esperanza qué me queda sino
sangrar en tantas interrogaciones allí en el polvo desmedido que soy en el
pañuelo que auxilia cuando la ausencia es señal de otro filo indefinible si
existe alguna analogía debo decir que es más benévolo un disparo a esta suerte
de páramos y colillas y mientras los zapatos se desgastan en el viento también
el matorral se acerca a mi boca volé he volado nunca alcancé sin embargo el
fruto de mi muerte caen las palabras en la bruma como todo lo que aletea en la
memoria la ardiente brasa del frío el poniente del espejo como un muro negro a
la orden de no sé qué designio de pronto vuelvo a mis candiles y al compás de la entraña ciega del
pálpito al final creo que sólo es un día sin pájaros en esta sed amarga de la
espera sea pues al final la piedra silenciosa que oscurezca junto a mis alas
Del libro “BLUES”, 2012
(Inédito)
© André Cruchaga
Imagen cogida de Pinterest
No hay comentarios:
Publicar un comentario