Pintura de Ignacio Zuloaga, 1906
CERTEZAS SIN
EXCUSAS
Vuelvo a los puntapiés de los escarabajos:
pervive la pulverización obscena de los bisturís y esa mancha sangrante del
nosotros (cada instante del mar va
quedando en la memoria como una página de espuma en medio de la oscuridad)
a veces sólo vivimos en ese estanque de fuego de las sombras sin más paraíso
que las paredes y sus depredadores: ante la artillería del grafiti el avispero
entregado a los incendios —siempre las
cerraduras encogidas de la penumbra y el absurdo de la desproporción de este
reino y el huracán de la orfandad casi como un tsunami y la trama indemne del
humo sobre los sombreros casi fiebre o pesadilla la piel endurecida de la
voracidad a cuentagotas los tendones arrancados al pulso y a aquel color de las
aguas en combustión (en la alta desnudez
de las ventanas las esquinas consteladas de tus poros la respiración a punto de
ser pájaro rojo el viento de los párpados) en este reino de estatuas nada
deja de suceder nos envuelven los banquetes de la impotencia y el granizo
indestructible de la zarza y los fuegos robados a las cosmogonías luego
quedamos a merced de la opresión de ceniza de los vitrales y a las tantas
iniquidades del despojo en las aceras y a las ignorancias que jamás deslían sus
murmullos y a las mortajas interiores del aliento sin contabilizar los
laberintos petrificados del azogue a ratos dejamos de ser habitantes visibles
para adentrarnos a los dominios de otras intemperies: uno es por cierto lo que
la luz no hace visible el lenguaje que muere junto a los harapos a veces el
simple sobresalto sobre relojes descarnados nos duelen las pancartas
impensables del aliento todos los muertos que en un instante se quedaron sin
esperanza todo el contagio vacío de los zapatos el juego perverso de los alfileres
y también la liturgia de los espejismos: todo deja de ser cuando se carece de
abrigo y tenemos hojarasca por almohada —
otros claro se arroparán con el frío de la súplica quizás con los ahogos
repetidos de la finitud y otros más harán suyo el extravío de las culpas (yo en cambio seguiré con la lezna de los
burdeles en mi pecho aunque parezcan presuntuosas y galopantes sus cacofonías)
Barataria, 2017
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