Imagen cogida de la red
CAMPAMENTO
Quiero llegar a un bosque
apenas sensitivo,
hasta la maquinaria del corazón sin saldo.
Luis Garcĺa Montero
hasta la maquinaria del corazón sin saldo.
Luis Garcĺa Montero
En los bosques amarillos, los peces se
hacen inolvidables como las pupilas al trasluz derretido de los carruajes que
nos llevan al cuerpo de los espejos, bebemos la memoria en sorbo de bosques,
cielo azul en el armiño, los pies en el mito del resplandor del tallo gutural
de la balanza, las palabras útiles encerradas en el sostén del suspiro. Estamos
sitiados por el palpitar de las piedras, de pronto las ramas levantadas del
alfabeto, el tren del éxtasis de los senos, el atajo de las campanas en la
contraventana del azogue: todo nos es dado en cada pulgada de camino recorrido,
el árbol que murmura en el arrecife; la voz se hace enigma en los lóbulos,
intermitente roca en el torrente de los muebles: llegamos hasta aquí con el
sueño hasta en los calcañales, ay el placer de los vilanos en el calor del
cuerpo, de los cuerpos frente al desasosiego de los ojos, convertidos en
esfinge, cielo en la pira del aliento, miel cristalizada en la albahaca del
cuaderno; nos baña esta suite de murmullos: el brasero en la sábana del césped,
los días de pájaros colgados de los aleros de la lengua, la saliva a punto de
ser anillo al dedo del gozo, por encima de la nieve que traslucen las ventanas
del horizonte; nos volvemos a la sangre del pan diurno, a las sombras
domesticadas por los zapatos, la lámpara negra de los cabellos, dispersa en la
sabana. El tiempo nos mira con su follaje de cántaros, a manos llenas el
diluvio de las pupilas, los ojos desplomados en la luz, quizás el pubis
trastornado en su propio vitral cárdeno. Nos hemos acostado sobre el mimbre de
cada pálpito, sobre la bandeja de la tierra, en la sed bestial de las colinas
que llegan a la boca. Vos suspirás junto al muérdago que se eleva hasta las
sienes, entreabierta, casi inconsciente disfrazada de barcos seminales. —Vos y
yo, aquí, quemando los calores del bosque, llenos de mundo e islas aladas; vos,
tatuada, frontal al tren de las gaviotas, con la fuerza ilimitada de los
relámpagos, con jadeos que pulverizan los sentidos, viento oblicuo como el
suspiro del tumulto de la ráfaga, cumbre donde la luz se vuelve éter. Nunca fue
en vano el tapiz de la canela bajo los poros, el furor permanente de los
sentidos, la enumeración de las aguas mientras nos entregamos, mientras sangra
la luz del sueño. Después de todo, volvemos soluble la noche petrificada,
salpicados de rieles, desvelados en el desvelo de lo prodigo; hemos ganado el
vencimiento a la muerte, despiertos caminamos sobre el océano precipitado en
las venas: en el trayecto quizá volvamos a la noche, pero hemos caminado sin
reparar en la luz y en el frio, en la respiración de los durmientes, en los
pinares de peces, sin enloquecer de incendios forestales. Yo sólo quiero subir
a lo escarpado de tu ropa y saberme ahí, rociado de tu cierzo.
Del
libro “MOTEL”, 2012, (Inédito) 170pp
©
André Cruchaga
No hay comentarios:
Publicar un comentario