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HABITANTE DE LA ESPERA
—No
he dormido desde entonces. Roto el aire y ciego el camino: en la represa
del
pecho, se destiñe el taburete, crecen los cachivaches de las arrugas,
muerde
el amarillo de la hoja concentrada en el tórax.
Allí,
en las esquinas abstraídas de las astillas, los destellos de la pulsión,
los
papeles fatigados de la edad que siempre ayuna.
(Nunca hay más preguntas a
estos sueños reprimidos. ¿Quién va o viene desde
el fondo de la conciencia?
Entre el gentío las simetrías son irremediables.
Desde siempre los por qué,
pero caminamos. Simplemente asumimos el silencio
como la otra cara de la
historia.)
Desnudo,
simplemente, vacío el ojo de los fósforos: arde el golpecito de luz
en
las cuencas. Soy otro escarabajo descendiendo a mis interiores.
Después
de todo, ya me son familiares las ventanitas del suburbio.
—¿Quién
vendrá después a este enjambre de nostalgia? ¿Quién repondrá
las
décadas de sueños, este reloj cansado de mugre?
(Entre miedo y matorral, el
cántaro de la memoria, la enjuta hamaca
de los párpados, el peso
desgastado de las mortajas.) Mientras la sombra crece,
juego
al crucigrama de los deseos: si alguien me recrimina, después de todo,
que
entre por cuenta propia a la maleza…
Barataria,
04.III.2015
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