Imagen cogida de la red
DESVARÍO CALLEJERO
A
riesgo de la respiración, la luz en el otro costado de los brazos.
Desvarío
en los güishtes torrenciales de la calle, en la boca extraña de tantas
soledades:
¿quién deshace el nudo ciego del desvarío, el tizne acumulado
en
los ojos, la bocanada de nubes en el entrecejo?
La
baba se ha vuelto cotidiana en este cántaro de la esperanza.
Los
semáforos anuncian lo procaz que resultan las piedras en medio del sinfín.
Ante
tanta conciencia oscura, la sombra ilumina la sangre.
Todo
es un bosque de denso grafiti: la ceniza trabaja inexplicablemente.
Y
es ausencia, esta pared de vigilias
residuales.
Es
vaivén de extraños fósforos. Es convulso el gajo de sombreros.
Todo
el desatino palpita de manera opulenta: las mochetas del tiempo se abren
hacia
el vaso de tinta de las botellas.
La
ciudad drena los platos desechables donde comen los pájaros.
Sobre
los féretros y los andenes el desagüe de la sangre…
Nos
muerde el pedazo de tul del aliento y la bocacalle de las axilas en su trajín.
Por
doquier las sombrillas infectadas de hipotecas y eternidades de alcohol.
(Vos, algún día de regreso
a casa, no te encuentres con esta ciudad sin rostro,
ni tropieces con tantos
tiliches en las aceras, ni pongas tu rostro al lado
del confeti. Siempre
cruzamos una calle con extraña ternura.)
Barataria,
28.II.2015
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