Imagen cogida de la red
ESPANTAPÁJAROS
En medio de la aurora, el tótem
migratorio del espantapájaros: aúlla toda
clase de supersticiones entre el
alma y el conjuro de las pasiones, entre vientos
y sacrílegas sábanas, en la
cópula de la geografía y la boca de lo sórdido.
En los canales del eco, prolifera
el juego de espejos con lacerados muros.
(Roto los pensamientos, quedan al descubierto los juegos sucios
del presente
y el futuro, los frutos chamuscados del espectro.
Alguien enturbia el horizonte espléndidamente y clausura la
fosforescencia.
Alguien se rehúsa a deshacer los nudos de las máscaras y la
ficción.)
—Vos, en el centro de la caja de
Pandora mordiendo los pentaecos de la sombra
y revolviendo el infinito con
cuentos chinos. Hacia la risa convergen,
esas revelaciones que ha hecho el
eclipse.
Una lectura del asfalto es justo
lo que desata la perplejidad. ¿Qué nos queda
por hacer o representar? En la
lágrima llueven relámpagos de tizne, ¿Sabemos
que los espantapájaros son sólo
la mueca de sangres memoriosas?
Ahora nos pesa más que nunca la
historia. El azogue nos da su grano oscuro;
el pincel, sus nalgas
iconográficas y la impostura.
El mañana es apenas la mueca desabrida de la penumbra.
Al final, me salva únicamente, el
sagrario de mi nombre, no la viscosidad
del brebaje, ni el tintineo
pálido de las hojas…
Barataria, 10.III.2015
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