Imagen cogida de la red
MURMULLO DE LA MESA
Sobre la mesa, la boca ciega del
hambre. Y el callado mantel que no existe.
En la cuenca de los ojos, las
semanas abolladas de golpes: cada plato es paisaje
de lejanías, hemisferio
subterráneo en la garganta.
Frente a los papeles sucios de
los periódicos, la presencia de huesos
y su eternidad, el ala rota y la
entraña con fatiga. De la pared el collar de polvo
y escombros, los retretes
inmaculados de la bruma.
Sólo así, son ciertos los caballos
de la opacidad, el zopilote de la sombra.
Anochecen los nombres en el
taburete de la penumbra: en el umbral, el ojo
del agobio de las persianas,
la voz petrificada en el surco
del hollín o el tizne.
Escucho el desatino de las
monedas sobre la joroba cercana de un antro.
Brama la lluvia del harapo en un
mundo sordo y retórico.
Vestidos de cansancio, rasgamos
las paredes de lo burdo (siempre está más
cerca
la podredumbre a los brazos. Cada día fertilizamos defunciones.)
¿Bajo qué luz restallaremos la
alegría? El ijillo da sus aletazos…
Barataria, 24.I.2015
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