Imagen cogida de la red
FALSO RESPLANDOR
Termino por evocar la luz y sus
falsos resplandores, la vestidura de la piel
imposible en la entraña múltiple
del horizonte, donde la lejanía desordena
la entraña del ojo. (Muerdo las orquídeas prolongadas en el
espejo y desnudo
la gota de otoño de la ceniza; me hundo en el aullido de un país
sin rostro.)
Caen los pliegues del ocote en la
saliva derruida de tantas preguntas
y banderas; atraviesan
confundidas las espigas de los cementerios y sus criptas,
los pedazos de itinerarios,
o Dios que vela en alguna esquina
este miedo de colmillos.
A menudo nos lanzamos a la
hojarasca disuelta por tantos transeúntes.
A menudo nuestras verdades son
sólo excusas para orinar en las aceras.
De aquí al grito, la lluvia de
cruces, los silogismos y los estratagemas.
Nunca faltan las bellas palabras
en la lengua grotesca de algún cuerpo.
(Lo sé después del recuerdo del candil fosilizado por el tizne),
después del absurdo de las vallas
publicitarias y su juego de burbujas etéreas.
Mientras el sudor nace de los
remordimientos, ¿se despeja la conciencia?
¿O es que se adentra o constriñe
como una rendija que nunca se atreve al más
allá de las narices? En nuestra
vida ciudadana el poder siempre nos querrá
dar atol con el dedo, o
simplemente jugar a las escondidas…
Barataria, 02.II.2015
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