sábado, 21 de febrero de 2015

NOCHE DE CALLES

Imagen cogida de la red




NOCHE DE CALLES




En el último cementerio del olvido, andamos noches de calles como cuervos
amarrados a las colillas, a ese sopor de los cerrojos de la piel.
Muerde la cabeza oscura de la noche.
Ya he empezado a dudar de mis recuerdos, del junco del cansancio,
y de las obras de los buenos samaritanos: de una mano sustrae la otra el delirio;
al final, ninguna es inocente. Por eso voy descalzo y me extravío
en sus manuales obscenos.
A mi lado se pudre la ropa: es como si siempre perviviera la herida, el cieno,
el estiércol, las monedas agazapadas en el granito.
Entre la explosión de banderas, el mismo casamiento y picoteo, no el agua clara
del cierzo, ni la luna limpia de calles.
Entre la zarza y los chiriviscos, roza el aliento el guijarro de la página negra
de la historia y su manicomio de juegos consuetudinarios.
Después de todo, nos toca subvertir las ventanas, la fiera de la decadencia,
y la poca imaginación que tienen las calles derruidas al momento
de arrepentirse del laberinto habitado de electrodos.
(Ahora que lo recuerdo, [vos] en medio de tanto crimen de asesinos en serie.
(Vos), sí, que me goteás en mis propios terrores; deshojás el semen de la sombra, 
abrís el portón de la nube negra del discurso.)
Desde la noche, la noche de los muertos de mis poemas, casi en cuclillas…
Barataria, 03.II.2015

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