Imagen cogida de la red
BRASA
DEL INCENSARIO
En lo
profundo del aliento, la brasa del incensario y su ofertorio metafísico.
Quemamos,
allí, los enunciados de la esperanza, o el mapa del azogue.
Dilatado el
eco del incienso, celebramos la ficción del calendario y cuanto hay
en el
diluvio de los minutos: ¿Existen armisticios y máscaras para el hambre?
¿En qué
memorándumes el humo nos sirve de camuflaje al igual que,
las
enclenques antinomias de los relojes?
—Es cierto.
Habitamos rituales como en las viejas sábanas del trino. Habitamos
hervores que
muerden nuestro propio boceto epopéyico.
Todo lo que
nos habita son caminos de fotografías y destiempos. Es absurdo.
Y, sin
embargo, no soslayamos esa colección de ventanas del pretérito;
bostezamos
ante el cauterio del humillo con acopio inefable.
Urgimos de
ese lenguaje sin yerros intempestivos, —vos, indemne, con ese ardor improbable
de lo que se diluye.
—Yo, con los
dedos en el fuego y los rasguños extendidos del ahora.
(Al final, una brasa en un pájaro
en el suspiro. Un río, el humo gris del cielo.)
Barataria,
12.I.2015
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