Imagen cogida de la red
REPTA LA MAÑANA
Hoy, vacilante el gallo, mientras
repta la mañana, mientras pasa la niebla
sobre el árbol. Algunas ojeras
tienen la similitud del cuervo del desvelo.
(A veces no tiene sentido la alegría, ni la poesía, ni el viejo
acordeón del deshielo,
ni los nombres quemados o pronunciados en estado de
demencia,
ni el pájaro que cuelga del tabanco, ni la hoja de la emoción
que ahoga la lengua, ni la taltuza que muerde el matocho de los
zapatos.)
Supongo que hay demasiados
chiriviscos sobre la cripta del amanecer.
Ladra la distancia con sus
lejanos trenes.
Deletrea el viento, el mugido del
cierzo cuando cae sobre la piedra y enloquece.
Hay de todo al abrir la puerta: el
frío erecto de las mochetas, el cáñamo
herrumbroso que sostiene las
aldabas del aliento, los muertos que horadan
la infancia o la risa, el grito
que arde detrás de los barrotes.
Empapada de viejas consignas, la
almohada y el sello postal de las abejas.
Y mientras le zurcimos el ojal al
infinito, la hora benigna de los calcetines,
el atado de dulce de la sombra
del país, o la piel abyecta de antaño.
Uno siempre acaba siendo señuelo,
—perenne o momentáneo—,
de los travesaños de las más
adustas profecías. Así lo dice la hipnosis…
Barataria, 07.II.2015
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