Imagen cogida de la red
ESPACIOS DECAPITADOS
En los espacios decapitados del
día, las uñas y los esqueletos aúllan sus afiladas
calles de asfalto. Hay un
lenguaje negro en los violines de la ceniza.
Existen cuadras donde la
indiferencia hace su gimnasia; me nublan los falsos
jardines de la salmuera y sus
márgenes de estériles sonrisas.
Al cabo, también los trenes se
desvanecen en la bruma. Nunca es razonable
el cuentagotas de la noche,
ni la densidad de imanes
invertidos en el paladar.
Al parecer el horizonte se hunde
en las paredes sin más equipaje
que las analogías: la vida, toda,
gravita en alfileres disecados, en durmientes
de nudos, a merced de la
herrumbre de los metales de la intemperie.
En los abanicos torturados de la
sed, el cloroformo hace lo suyo: cada espacio
es esa limosna o harapo que nos
aniquila.
En medio de la noche, uno muerde
el suplicio, y la boca a los muertos.
Excepto en soledad, uno puede ver
con claridad los barrotes de la tempestad,
y los pedazos de sombras con sus
códigos.
Uno, después de todo, no sólo
puede encontrar mugre en retretes y lavabos.
Barataria, 11.II.2015
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