Imagen cogida de la red
DOBLECES
Del lado de la oscuridad la ramazón chamuscada del
aliento. El silencio.
La noche se adentra, gradual, como un cuchillo en mis
latidos.
—Dueles, —digo, como una perra en celo— en medio de mis
brazos.
Dueles, hora de alfileres.
Dueles de esqueletos y huesos.
Dueles de tumba y pestañas de ceniza.
Dueles sólo de tierra amortajada.
Arden las pesadumbres juntas como el carbón de la noche, como
el enredo
del aguacero de los remolinos, mientras palpo la gota de
luciérnagas
en mi sed de palabras: trastabillo en el frío quebradizo
de las aceras,
atenazo mis dientes en las amarillas arrugas del fuego,
en esa grieta mordiendo mis ojos.
Hay semanas vencidas y dobleces de tizne, semanas
empapadas de rodillas.
Hay soledades cuyos filos degüellan pájaros y beben
tatuajes.
Se muere de falsedades y tropezones y despenicados
cuervos. Se muere.
Se muere en la espera de la justicia, amoratando los
recuerdos.
—Dueles, —como los muertos asidos al pecho—, junto a mi
voz.
Nunca entenderé la ladera que habita desde tempranas
horas,
ni sus patéticos eriales, ni su pobre brillo.
Desde siempre, las sílabas interminables del
sonambulismo, las mismas sombras alrededor de mi aliento. Total, callo en la
intensidad del deshielo.
Barataria,
04.III.2017
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