Imagen cogida de la red
RESOPLIDO DEL GALOPE
En las
tantas zancadas del galope de tinta, los resoplidos del aliento en su vasto
continente:
andamos todos los retablos de la boca y los zapatos,
los
calendarios de tristes relojes en molduras de relieves oxidados.
¿Es
fugaz la pluma áspera de los grises? ¿Es marejada el galope de la patria
en el
tugurio de cada conciencia, en esa poca casa que se ha convertido
en
mercado? El viento, aunque uno no lo quiera, reclama su intemperie.
Son
incalculables los gatos sobre el tejado, aquella pulsación inocente
de
ventanas, aquella mano de muerto saliendo del guacal de la ponzoña.
La
culpa. ¿Quién tiene la culpa de clavar toda la noche en el pecho,
las
amenazas, las súplicas, los pretextos?
Son
ciertos todos los golpes, las calles colgando de las muletas de los ciegos.
(Uno acaba con ojeras y cherche pegado a las
esquinas del tiempo,
o al arbolito descolorido de alguna
esperanza,
o en la azotea tomando fotografías lúgubres
para álbumes del recuerdo.)
Nos
bañamos en la salmuera, húmedos de sollozos y ahuecadas oscuridades.
Sobre
el terraplén de alguna lágrima, el rictus del asco como latigazo;
la
verdad os hará libres dice el sordomudo desde su propia minusvalía.
Y corro
y huyo de las viejas mentiras.
En la
entraña del péndulo, el diente de mar de la oscuridad plena,
la boca
atroz de los contrastes violentos, el doblez pestilente de la duda.
Sé, por
los miedos efervescentes que se diluyen como una alka-selzer,
que los
resoplidos, tienen que ver con esas extrañas perforaciones posesas
de la
realidad en la conciencia: lo innumerable pasa por el ojo de una aguja,
igual
que un camello de embalsamados meses…
Barataria,
02.VII.2016
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