sábado, 3 de septiembre de 2016

AHOGADO ALFABETO

Imagen cogida de la red





AHOGADO ALFABETO




La voz, allí, pegada en la pared, en el oscuro diente del vacío, en el guacal
de latidos insaciables,  en el lecho monocorde del aserrín,
quizá en ese dolor ciego e implacable de la saliva, quizá en la yerta degolladura
del alfabeto, quizá en la bocanada de carne del presente, donde el vaho
es ahogo y el aliento un espectro que habla a las calles.
En la gota de cierzo se ahoga el mundo y los defectos de los candiles,
y los húmedos poros de los torbellinos, y los pómulos huesudos del arco iris,
y los dedos demasiado cortos de la risa y las baldosas oscuras del resplandor.
Nos ahogamos en las enrarecidas acrobacias de las moscas,
en el cerrojo hasta el cuello de los insomnios, en el  sudor de lengua tras el grito.

¿Quién vive en la bocanada de estío?
¿Quién sin nadie mordiéndose en el polvo, roto el ojal de los recuerdos?
¿Quién sangrando en su propio olvido sin retorno?
Tras el humo recurrente en las manos, la ventana circular de la deshora.
Cada día se van borrando los hilos circulares del abecedario:
hay dramas abominables como las zancadillas y su patética disculpa.
Mientras crece lo sórdido, la noche aflora en la madera del cuerpo.
Avanzan los peces subterráneos de las cicatrices en  medio del escalofrío.
En la huella del remiendo, otros nombres difíciles de pronunciar: memorizo,
claro, la mortaja de los ardimientos, el fuego debajo del arado.

Dando vueltas a la calle, el estribillo de la infamia y todos sus consortes.
La lluvia inanimada se bebe toda la respiración, la tuya y la mía…
Barataria, 04.VII.2016

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