lunes, 19 de septiembre de 2016

JUEGO DE OLVIDOS

Imagen cogida de la red





JUEGO DE OLVIDOS




La luz desata los cordeles de la claridad y desvanece el reguero de lo oscuro:
Relojes pervertidos por innumerables sueños, cavan en la viva cal
de los caminos, y desandan los quejidos molidos de los brazos,
y desmantelan de golpe las partituras del aliento. Y braman en la otra mejilla.
Uno siempre pretende ser huésped permanente de olvidos.
A veces demoran las ventanas en su calma: siempre la transparencia
es un ardid en un mundo invadido por las arrugas consuetudinarias del cadáver
de todos los días, por las muchas bocas y manos  circuncidadas.
Uno no sabe a qué se juega cuando el esmalte tiene pupilos fenecidos,
y la migaja no alcanza para llenar los guacales del viaje.
De pronto nos hacen creer en el ocote de los proverbios, en el galope
sin extravíos de la eternidad, en una boca elocuente de frondas.
Uno no se cura con todas las marcas que nos deja la embriaguez: en el ojo paliducho 
del prostíbulo, hay quien se retrata jugando a la buena suerte.
Dejé de creer en el aleteo y respiración de las dunas y el matorral.
A uno lo aturden todas las proezas de los candelabros y su genialidad.
(La domesticidad tiene algo de adiposo y curvatura, pienso mientras me abrigo
en algún desfiladero. Claro uno redondea la lascivia de las peluquerías y bueno,
la acción toca la herida hasta inclinar los ahoras.
Cada vez me escandalizo menos: soy un pequeño animal enrocado en viejas
fotografías, en medio de esa liebre de minutos donde el único orden posible
es el olvido. Cierre usted los ojos y verá)…
Barataria, 20.VII.2016

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